viernes, 30 de mayo de 2008

Sobre las Once Mil Vergas de Apollinaire



La mayoría de comentarios críticos que se han encontrado en torno a la obra de Apollinaire lo muestran como un representante de la literatura pornográfica o erótica.
En las ediciones que se han hecho de Las once mil vergas, la suelen mencionar y presentar como una obra erótica aunque jamás como pornografía –Susan Sontag tiene una explicación sobre esta manera de juzgar una obra literaria.
Esta nomenclatura nos deja entrever una visión reduccionista del tema artístico y cultural relacionada con la vanguardia de ese tiempo.
Apollinaire es un representante del cubismo, uno de los movimientos de vanguardia surgido alrededor de los primeros años del 900 (y de la que hablaremos después con mayor profundidad). Este movimiento, como sus demás hermanos generacionales, no solo es un movimiento artístico, sino y como suele ser en el arte (aun indirectamente o sin intención): es una representación de la vida social y política en la que se muestra, además, una inconformidad con esa realidad “leída”. El cubismo es una expresión social y política de su tiempo.
Señalar a Guillermo Apollinaire como un autor pornográfico, simplemente, le quita importancia al discurso de su mensaje, que aunque críptico, está colmado de crítica política y social.
En este trabajo veremos algunos términos que podrán esclarecernos en algo, parte de los conceptos relacionados –casi por convención- con la obra a tratar. De esa manera podremos argumentar el porqué la juzgamos como una obra política expresada artísticamente en uno de los movimientos de vanguardia, y no nos conformamos con dejarle la etiqueta de pornografía y ni siquiera de literatura erótica, como es el término con el que se le suele ‘suavizar el tono’ siendo su escritor, un artista referencial, dentro de la intelectualidad literaria de estos tiempos.

Aproximaciones conceptuales

Sobre lo pornográfico
Según la Real academia de la lengua española (la RAE), pornográfico viene de pornógrafo, y está referido al carácter obsceno de obras literarias o artísticas, así como a los tratados acerca de la prostitución.
Parece no haber controversia sobre que lo pornográfico es un tipo de género literario, sin embargo no se suele utilizar su denominación para referirse a obras literarias, sin embargo nos sorprende que para la RAE este carácter también pueda referirse al carácter de algunas obras artísticas, cuando para la mayoría de los estudiosos del tema[1], el elemento pornográfico no posee valor artístico, a excepción de Susan Sontag que divide el carácter de lo pornográfico en varias tendencias.
Debemos tomar en cuenta que los valores artísticos van mutando con el tiempo. Para los griegos, por ejemplo, la belleza ideal del arte es solo una sombra inalcanzable[2], mientras que para la vanguardia está ligado a la representación no solo del contenido, sino incluso de los materiales usados en la construcción de la obra[3] (ello es expresado concretamente en las Meditaciones estéticas de Apollinaire (1913).
Susan Sontag, como mencionamos, distingue por lo menos tres perspectivas para entender la pornografía[4]:
La pornografía como fenómeno psicológico.
La pornografía como deformidad sexual.
La pornografía como género literario (imaginación pornográfica).

Ella llama a la pornografía entendida desde esta tercera perspectiva: Imaginación pornográfica. La misma que le resulta degradante y a la que califica como pornografía basura.
La imaginación pornográfica, en cambio, tiene una estructura narrativa (de ahí que puede ubicarse dentro de una perspectiva literaria): comienzo-medio-fin y se preocupa por la manera en cómo se expresa aquello que se cuenta.
Michela Marzano afirma sobre la pornografía que “el cuerpo se ve reducido a un conjunto de fragmentos, y la persona es lastimada y despojada de su individualidad […]. (Las imágenes pornográficas) Disuelven toda invisibilidad y todo misterio al focalizarse sobre partes del cuerpo que ya no remiten a ninguna unidad”[5]. Esta afirmación de Marzano podría hacer confundir al cubismo (literario) en los casos en que sus elementos simbólicos son de carácter sexual, con la mera pornografía; y es lo que sucede con Las once mil vergas. Sin embargo, a pesar de lo aparente, sucede todo lo contrario, el cubismo no fragmenta lo expuesto sino que reconstruye con una mirada propia después de procesar al elemento real[6].
“En la pornografía –según Sontag- se tiende a intercambiar una persona por otra”. Sontag señala que los participantes de una escena pornográfica pueden ser intercambiados por cosas.
Pero está insipidez emocional –como ella llama a la falta de emoción y de voluntad de los ‘protagonistas’- en la pornografía no constituye una falta de talento artístico ni un indicio de deshumanidad básica porque al lector le hace falta precisamente eso, para ser estimulado. “La ausencia de emociones le da espacio al lector para que este encuentre sus propias respuestas”[7].

Sobre lo obsceno
Según la Real academia de la lengua española, obsceno proviene del latín obscēnus y significa: Impúdico, torpe, ofensivo al pudor (a la honestidad, al recato). Ejemplos: Hombre, poeta obsceno. Canción, pintura obscena.
Este término está estrechamente relacionado con lo pornográfico en cuanto que sobre los dos recae un juicio moral similar[8].
Marzano explica que en la pornografía, –en nuestra cultura resulta una expresión de lo obsceno- al ser fragmentado el cuerpo en pedazos y perder su unidad, al dejar de existir barreras entre lo de adentro y lo de afuera del cuerpo, se origina el asco[9].
Es interesante como William Ian Miller relaciona este asco con el desprecio y hasta con el horror. En el caso de los dos primero, incluso, se llega a adoptar los mismos indicadores fisiológicos –Según ha observado Miller en los estudios hechos por Darwin- La diferencia es que el asco es más visceral, necesita de los sentidos, agrega Miller a la observación darwiniana[10].
W. I. Miller afirma sobre el asco una cuestión interesante que viene a enlazarse con el porqué la negativa de considerar a lo pornográfico como obra de arte. Y es que según Miller, lo anormal[11] puede perturbarnos hasta el punto de darnos asco.
Esas ganas de provocar a los “seguidores de esa normalidad” en parte le da el estilo, sumado a su concepción cubista con que es escrita Las once mil vergas.

Sobre el cubismo
Según la Real academia de la lengua española, cubismo proviene del francés cubisme y es una escuela cuya teoría estética es aplicable a las artes plásticas y al diseño. Se caracteriza por la imitación, el empleo o el predominio de formas geométricas; como triángulos, rectángulos, cubos y otros sólidos.
Esta definición, sin embargo, es más que superficial, simplificada y torpe. Apollinaire en su Meditaciones Estéticas[12], clasifica al cubismo en cuatro tendencias:

Cubismo científico:
Es una de las tendencias puras. El material necesario para las composiciones, se saca del conocimiento y no de la realidad que a lo sumo pude servir de inspiración.
Se trata de un sentido común interiorizado. Una farola es redonda y eso es un conocimiento contrastable y asequible para cualquiera independientemente de su nivel cultural.

Cubismo físico:
Esta tendencia extrae el material para sus composiciones tesde una realidad virtual (es decir, no existe.).
Este arte es el cubismo visto de manera constructiva. No es arte puro, pues se confunde el tema con las imágenes, pero ha de ser tenido en cuenta como arte capaz de recoger la historia. Le Fauconnier fue el creador de esta tendencia y por lo tanto cubista físico por antonomasia.

Cubismo órfico:
Este cubismo está totalmente creado por el artista y es una tendencia importante en el arte moderno. Los elementos están creados en su totalidad por el artista, mas no por ello son carentes de una realidad de la que él mismo los dota artificialmente.
Al ser arte puro, los cubistas órficos se esfuerzan por proporcionar placer estético puro con un tema bien definido y presentado de manera sublime.
Las obras de Picasso contienen este arte, que, posteriormente Robert Delaunay inventa y por el que se inclinan Francis Picabia, Fernand Leger y Marcel Duchamp.

El cubismo instintivo:
Este consiste en pintar cuadros hasta el momento inexistentes. No están inspirados en una realidad visual sino en el instinto y la intuición del artista. Es menester aclarar que esta tendencia esta tendencia está fuertemente emparentada con el orfismo antes mencionado.
Apollinaire opina que a los artistas instintivos les falta lucidez y fe artística. Sin embargo, esta rama gozaba de un gran éxito en el extranjero.

Para Apollinaire el cubismo se diferencia de la pintura antigua, en que este ya no es un arte de imitación, sino de concepción que incluso crea a partir de lo “evidentemente inexistente”.
Apollinaire afirma en sus meditaciones que “estos pintores[13] aun cuando sigan observando la naturaleza, ya no la imitan y evitan escrupulosamente la representación de escenas naturales observadas y reconstruidas por el estudio […] el arte moderno rechaza, en general, la mayor parte de los medios de agradar[14] utilizados por los grandes artistas de tiempos pasados”.


Contexto histórico y político (1900- 1910)


Línea de tiempo
1900- Muere Nietzsche el 25 de mayo.
1900- Freud publica su obra La interpretación de los sueños.
1900- Alemania comienza a despuntar como potencia entre los demás países europeos (lo que hace temer, principalmente, a Inglaterra y Francia).
1903- Pío X sucede a León XIII como Papa.
1904- Estalla la Guerra Ruso-japonesa.
1904- Inglaterra y Francia firman un tratado de no agresión y regulación de la expansión colonial[15].
1907- Apollinaire escribe Las once mil vergas.
1908- Se consolida una de las escuelas surrealistas con el nombre de cubismo (apelativo dado en sorna por Henri Matisse).

Guerra Ruso-japonesa
A comienzos del siglo XX, tanto Japón como Rusia estaban gobernados por soberanos absolutistas, que se creían elegidos por mandato divino.
Japón estaba bajo el mando del emperador Matsu-hito mientras que Rusia lo estaba bajo el dominio de Nicolás II de Romanoff. Los dos imperios deseaban poder anexar Corea a sus territorios con el afán de dominar las mejores rutas y puertos comerciales.
Japón había logrado alcanzar un desarrollo militar y tecnológico a la altura del europeo, mientras que el pueblo ruso se hallaba atravesando una grave crisis de hambruna producto de una economía estancada y un gran nivel de corrupción y despilfarro fomentado por el entorno del zar –específicamente por Rasputín, un cortesano que había logrado la inmensa confianza de la zarina, logrando incluso los poderes de un asesor político.
En 1895 se había producido la guerra entre China y Japón. En el tratado de paz que puso fin al desencuentro habían intervenido las potencias europeas.
Gracias al tratado de paz, Rusia, con el apoyo de Alemania presiona a Japón para que abandone territorio Chino, pero incumpliendo las características del tratado, Rusia termina ocupando la base China Lü Shumkou –conocida como Port Arthur- y su angurria hizo que invadiera también Manchuria y parte de Corea, lo que generaría la guerra con Japón.
El imperio japonés exigía la salida de las fuerzas rusas de Manchuria –territorio obtenido después de la guerra con China y según mandaba el acuerdo de paz- y de Corea, cuyo gobierno le pagaba tributos.
Las conversaciones sobre la salida de Rusia del territorio en cuestión se mantuvieron por 2 años sin que Rusia mostrara reales intenciones de abandonar la posición invadida.
Japón, mientras tanto, realizaba con Inglaterra convenios oscuros. El Reino Unido le abastecía de armamento militar para una posible guerra marítima.
El 6 de febrero de 1904 Japón rompe relaciones diplomáticas con Rusia y en la madrugada del 8 de febrero, los japoneses atacan las naves rusas estacionadas en Port Arthur destruyendo a la mitad de la flota rusa.
Pocos días después, Japón recupera Corea derrotando a los rusos también en tierra.


Apollinaire: ¿Vanguardista rebelde o escribidor obsceno?

(Roma, 1880-París, 1918) Hijo de padre francés y madre polaca, en 1898 se estableció en París, pero las dificultades para encontrar empleo le obligaron a colocarse como preceptor de una familia en Alemania durante dos años.
A su regreso a París, en 1902, frecuentó los círculos artísticos y literarios de la capital francesa, donde adquirió cierta notoriedad. Trabajó como contable en la Bolsa y como crítico para varias revistas, desde las que teorizó en defensa de las nuevas tendencias, como el cubismo de sus amigos Picasso y Braque y el fauvismo de Matisse, con los que compartió la vida bohemia de la época.
En 1909 publicó su primer libro, El encantador en putrefacción, basado en la leyenda de Merlín y Viviana, al que siguieron una serie de relatos de contenido fabuloso. Sus libros de poemas El bestiario o el Cortejo de Orfeo (1911) y Alcoholes (1913) reflejan la influencia del simbolismo, al tiempo que introducen ya importantes innovaciones formales; ese mismo año apareció el ensayo crítico Meditaciones estéticas –O Los pintores cubistas como se reeditó en 1921-, defensa encendida del nuevo movimiento como superación del realismo. Al estallar la guerra de 1914, se alistó como voluntario y fue herido de gravedad en la cabeza en 1916; murió dos años después, víctima de la gripe española, cuando aún estaba convaleciente.
En los poemas de Caligramas, aparecidos póstumamente, lleva al extremo la experimentación formal de sus anteriores obras, preludiando la escritura automática surrealista al romper deliberadamente la estructura lógica y sintáctica del poema.
Son célebres, por otro lado, sus “ideogramas”, en que la tipografía servía para “dibujar” objetos con el texto mismo del poema, en un intento de aproximarse al cubismo y como expresión del afán vanguardista de romper las distinciones de géneros y artes.

¿Qué alimentó a Apollinaire para escribir Las once mil vergas?
Si bien Apollinaire escribe Las Once mil vergas usando como columna vertebral de la historia, a la guerra Ruso-japonesa y el contexto histórico europeo de aquella época, se inspira, sobre todo, en personajes reales y famosos, muchos de los cuales eran sus amigos y conocidos, para poder colorear al París proyectado.
El nombre del protagonista, el hospodar rumano Mony Vibescu, parece estar fundado en un tal príncipe Vibescu, hospodar en el siglo XIX. En París vivía un Bibesco, amigo de Marcel Proust. Otros identifican las características psicológicas del personaje como las de Boni de la Castellane (1867-1932), político nacionalista francés y dandy parisino de principios de siglo.
Es posible que Culculine d'Ancóne, amiga de Mony Vibescu cuyo amante es un explorador, haya sido inspirada en Emilienne d'Alençon, cortesana y amante del rey Leopoldo II de Bélgica, que se encontraba por inicios del XIX dirigiendo la colonización del Congo.
Las historias de amor, sexo, desenfreno, traiciones, trampas e intrigas que se tejían sobre los reyes franceses, ingleses, rusos y en general de casi toda la corte europea bien podrían ser anécdotas de los capítulos de las Once mil vergas.
André Bar, personaje que en capítulo IV es un periodista parisino que dirige el complot contra la dinastía de los Obrenovitch –es otro caso- su nombre es otra de las “coincidencias” fonéticas dentro de la historia. Esta vez, con el de André Barre; periodista parisino, contemporáneo de Apollinaire, especializado en temas balcánicos.
Los personajes homosexuales travestidos que dirigen el prostíbulo de Port-Arthur sitiado durante la guerra ruso-japonesa también están inspirados en gente del entorno de Apollinaire, uno de ellos es Adolphe Terré, se cree que podría ser el simbolista[16] Adolphe Retté, que aunque no tenía fama de homosexual se hablaba de afición al alcohol y a la vida nocturna y bohemia.
Genmolay, corresponsal de guerra y escultor del monumento funerario del príncipe Vibescu, es un personaje de la historia, que trae a la memoria de los biógrafos de Apollinaire a Jean Mollet, gran amigo de este, que no tenía otra coincidencia con el personaje creado salvo la similitud fonética de los nombres.
A nivel intelectual, Apollinaire se vio influenciado por artistas vanguardistas de la época, en realidad fue un intercambio mutuo entre Picasso (1881-1973), Francis Picabia (1879-1953), Henri Matisse (1869-1954), Giorgio De Chirico (1888-1978) y otros pintores más, que ocuparían el Salón de los Independientes, pero sobre todo –dentro de lo que es su entorno- su influencia sería marcada por dos vanguardista que fueron sus amigos más cercanos: Max Jacob, también cubista (1876-1944) y Pablo Picasso.
Apollinaire fue biógrafo, investigador y lector constante de Dontien-Alphonse-Francois Marqués de Sade, y ello hace ver que además de conocer profundamente su trabajo, lo admiraba desde su visión de artista vanguardista por lo cual se puede considerar que Sade ha sido para Apollinaire una presencia influyente en su escritura.
Baudelaire es otro de los creadores que Apollinaire admira. Lo lee, lo estudia y lo menciona publicando, además, sus poemas en sus historias[17], no obstante, considera que ni Baudelaire ni sus contemporáneos –a pesar de hacer despertar a la modernidad al viejo espíritu europeo–son compatibles con la “nueva estética” o mejor dicho, con aquello que el vanguardismo funda como su visión sobre lo artístico.
Así como Apollinaire observa que en las artes plásticas hay un cambio en la expresión creativa, ya no se tiende a imitar más a la naturaleza, el nuevo arte ha empezado a desligarse de ella, asumiendo que es representativo de su propia mirada. De esa misma manera ello influye en sus trabajos literarios.
El cubismo literario exhibe también sus propias características vanguardistas: “cambios de puntuación, versolibrismo, incorporación del lenguaje cotidiano, visión desautomatizada de lo circundante sin dejar de mantener el tono lírico”[18].
Apollinaire hace una práctica constante en todas sus obras de los elementos vanguardistas y juega con técnicas y concepciones estéticas que le brinda –no solo el cubismo que es de quienes más claramente recibió influencia- sino del futurismo, el dadaísmo y el surrealismo.


Vista panorámica alrededor de la obra

Les onze mille verges[19] (Las once mil vergas), desde el título, es una obra que provoca y se enfrenta, por medio de la sátira, a los valores instituidos por el mundo establecido (católico)[20].
Pues a este le antecedía desde el Medioevo –aunque fue escrita según se estima entre el 500 y el 900 d.C.– la leyenda de “Las once mil vírgenes” (Les onze mille vierges) en la que se narra la leyenda de once mil vírgenes, al cuidado de Santa Úrsula, quienes fueron dirigidas por ella hacia el sacrificio antes de entregar sus cuerpos a los hunos de Atila. Esta afirmación se evidencia en el segundo capítulo cuando Mony le dice a Culculine: “Si os tuviera en una cama, os probaría mi pasión veinte veces seguidas. ¡Qué las once mil vírgenes o incluso que las once mil vergas me castiguen si miento!”.
Es así que Guillaume Apollinaire decide darle ese título –y no otro que bien habría podido– anticipándonos el contenido de la historia, en cuanto a forma y fondo.
Las once mil vergas es publicada por primera vez en 1907 de manera anónima y distribuida clandestinamente.
En 1924, tras 6 años de la muerte de Apollinaire, se edita recién esta historia con la firma impresa de su autor.
Esta prohibición y carácter clandestino respondía a la segura condena que hubiera recibido el autor al sabérsele padre de la obra.
Evidentemente a Guillermo Apollinaire le interesaba transmitir algo más que las aventuras sexuales del príncipe Vibescu.
Ello se muestra en las referencias que hace sobre los aspectos culturales y geográficos de Bucarest, patria del protagonista y en las descripciones de las naciones siempre personificadas en cuerpo y alma.
Apollinaire cuenta la historia social y política de una época[21], de una coyuntura que a él mismo le afecta como hombre en lo social[22] y en lo personal –un pedazo de obús se le clava en la cabeza siendo parte de la infantería del ejército francés.
Apollinaire retrata con espíritu crítico a la sociedad en la que vive, se burla, se hace mofa de convenciones para él, ridículas y vergonzosas[23].
Exhibe con retazos las relaciones de poder –entiéndase político y/o militar, que vienen a accionar en complicidad. La diplomacia siempre está respaldada por la fuerza de las bayonetas- retazos que podrían entenderse para algunos como pornografía, pero que viene a ser una perspectiva cubista y simbólica de los acontecimientos.
La historia de Vibescu –quien solo sirve de pretexto y de nexo entre los elementos protagónicos (las relaciones entre los países en la Europa de comienzos del XX)- muestra durante su desarrollo, la debilidad del Imperio Ruso frente a Japón[24], el caos y la anomia de la sociedad francesa[25], la maña calculadora y duplicidad[26] de las fuerzas alemanas[27] y el fanatismo de los serbios.
En Las once mil vergas, los falos deben verse como armas[28], cuchillos invasores que cortan, desangran y destruyen. Por eso esta historia está plagada de penetraciones violentas, en ella hay elementos que nos hacen referencia a la muerte o por lo menos a la humillación, al desprecio y al asco.
Estas invasiones violentas no deben entenderse como penetraciones o agresiones personales sino como invasiones violentas de un país a otro, dañando los aspectos culturales, económicos, políticos, etc. –las dignidades nacionales en su totalidad- como suele suceder en los casos de guerra, tanto internas como externas.
Las escenas de penetraciones en las que la mierda y la sangre, complementadas con –por aclarar que no son elementos aislados- un “sujeto-objeto penetrado” en total estado de sumisión nos muestran que hay una lucha por el posicionamiento de jerarquías[29].
Si Las once mil vergas no tuviera los detalles explicativos de la coyuntura “Bucarest es una bella ciudad donde parece que vienen a mezclarse Oriente y Occidente […] estamos ya en Asia si nos referimos a ciertas costumbres del país, a los turcos, a los serbios y a otras razas macedonias…”; o a las nada inocentes relaciones “personajes/nacionalidad”, además del cuidado estético del lenguaje; para Sontag, esta historia pertenecería al género “pornografía-basura”, pero son todos los mencionados, entre otros, los que la hacen ser una creación de la imaginación pornográfica –según la argumentación de Sontag-, que es un género abismalmente opuesto al primero[30].
Sobre esto también Michela Marzano hace una afirmación que deja en claro, desde su perspectiva, la lejanía de Las once mil vergas con aquello llamado pornografía[31] o pornografía-basura en palabras de Sontag.
Otro elemento que según Sontag haría calificar a Las once mil veras como imaginación pornográfica es la cantidad de situaciones sexuales imposibles de poner en práctica en la vida real, ella afirma con referencia a esto: “La mayoría de los hombres y de mujeres no son capaces de proezas sexuales que las personas aparentemente desempeñan en la pornografía; que el tamaño de los órganos, el número y duración de los orgasmos, la variedad y la práctica de la potencia sexual o la energía sexual son groseramente exagerados”[32].



Argumento de la obra

Capítulo I
Los rumanos, descendientes de los romanos sufren de melancolía por no tener más en Roma el esplendor, el lujo ni la vida alegre que tenía siendo la reina de las ciudades en la antigüedad.
Ellos imaginaban a París como la ciudad que ha venido a reemplazar la luz que Roma tenía.
Mony Vibescu, hospodar por herencia y rumano por nacimiento, abandona a sus amantes rumanos y vende todas sus pertenencias para ir a París y gozar de esa riqueza cultural y estética –incluyendo a las mujeres-, Mony desde su juventud había añorado a una parisina como amante.
De esa manera se deshace de su título, al que encontraba ridículo tenerlo gracias a una herencia, por ser una función administrativa, y se atribuye el título de príncipe.

Capítulo II
Al llegar a París, el príncipe Vibescu conoce a Culculine d’Ancóne, una joven parisina, experimentada en las artes de los placeres carnales con los que había logrado dejar a una decena de hombres sin dinero.
Vibescu, enloquecido de deseo le jura que si él no le demuestra 20 veces seguidas su pasión entonces –y se lanza a sí mismo una maldición- que once mil vírgenes o vergas lo castiguen.
Culculine lleva al príncipe hasta la calle Duphot, donde la esperaba en un departamento de lujo su amiga Alexine Mangetout, solía recibir a sus amantes, pero antes le advierte que tendrá que demostrarles tener suficiente poder económico y copulativo para satisfacerlas.
Así el príncipe Vibescu y sus nuevas amigas se divierten en un intercambio de placeres y secreciones, pasando por la experiencia del sado-masoquismo y el antropofaguismo.
En esta búsqueda de nuevas sensaciones, Alexine había ido por un látigo que un cochero le proporcionó a cambio de dinero.
El coche detenido por la imposibilidad de arrear a los caballos, que no daban un paso sin azote, produjo congestión de coches y de gente en la calle, por lo que un agente municipal amenazó al cochero para que fuera a recuperar su látigo a casa de la señorita Mangetout.
El cochero fue por su utensilio de trabajo pero ante la demora –se había quedado participando de la fiesta sexual que había entre el príncipe, Alexine y Culculine- el sargento municipal decide ir en busca del cochero y también se queda gozando con el grupo, en medio de la sangre producto de los placenteros castigos dados por el látigo.

Capítulo III
El príncipe Vibesu se recuperaba del encuentro, con sus dos nuevas amigas parisinas Alexine y Culculine, leyendo las noticias de una violación mientras se masturbaba.
Luego hizo gozar con sus maniobras sexuales en su habitación del Grand-hotel a Mariette, la camarera que fue a entregarle una carta.
La carta, escrita por Culculine d’Ancóne, lo citaba al departamento de ella a una nueva reunión en la que también participaría Alexine Mangetout y le recordaba el juramento que el príncipe hiciera en su primer encuentro: “Si no hago el amor veinte veces seguidas, que once mil vergas me castigue”, tras lo que ella sentenciaba: “No lo hiciste veinte veces, peor para ti”.
La sesión entre los tres amigos fue una experiencia caótica entre fornicadas anales y sexo escatófilo[33], pero que interrumpida por la incursión al departamento de dos ladrones: Chalupa y Cornaboeux, quienes violaron a las muchachas haciéndolas tener una decena de orgasmos e hicieron que golpearan al príncipe hasta dejar su “cuerpo siendo no más que una llaga”.
En esta “aventura”, Culculine era obligada a hacerle una felación a Chalupa, pero llevada por la excitación de todo lo que estaba aconteciendo, terminó arrancándole el miembro al delincuente que murió desangrado.
Su compañero, Cornaboeux lo vengó clavándole a la muchacha su cuchillo entre las nalgas, luego robo todo lo que pudo de la casa y abandonó el lugar inundado de sangre, semen, heces y “un desorden sin nombre”[34].

Capítulo IV
El asalto que sufrió Mony y sus amigas fue una noticia que ocupó a prensa durante 8 días. Mientras que a ellos les ocupó 2 meses la recuperación de las golpizas sufridas.
Mony Vibescu, después de salir de la convalecencia se encontró con Cornaboeux bebiendo cerca de la estación de Montparnesse.
Tras reconocerlo como uno de los delincuentes que le dio la golpiza, lo tomó como su ayudante de cámara y recordó una de las frases dichas por sus antepasados: “Todo se vende, todo se compra; basta con ponerles precio”.
Mony y su nuevo compañero tomaron el Orient-Express, el tren que los llevaría a Bucarest donde podría Mony ir por la herencia que le había dejado el vicecónsul de serbia, íntimo amigo suyo.
En el tren se toparon con la actriz Estella Romange y su criada Mariette –con quien Mony ya había tenido un encuentro sexual en el Grand-Hotel que lo había hospedado algunos meses atrás-.
Así los cuatro personajes: el príncipe Vibescu y su ayudante de cámara, Estella Romange y su criada, se presentaron, se sedujeron con algunos versos y sonetos, declamados por Mony y Estelle, y se desnudaron.
Practicaban una especie de tren sexual en el que cada uno penetraba y era penetrado, pero el exceso de pasión –o animalidad- dio como consecuencia la muerte de las dos mujeres.
El vagón quedó con dos cuerpos inertes, tripas, sangre y excrementos. Mony y Cornaboeux tuvieron que huir del vagón en movimiento. El doble crimen le fue atribuido a “Jack el destripador”.
Al llegar a Serbia, Mony y Conaboeux recibieron una invitación para un matrimonio secreto, en el se casarían un niño y una niña. Este terminó con la fornicación general de todos los asistentes.
El príncipe y su ayudante de cámara vivieron monótonamente en Bucarest hasta que tuvieron que movilizarse a San Petersburgo porque Mony había sido nombrado teniente en Rusia.
Los dos estaban felices de ir a la guerra recién iniciada entre Rusia y Japón porque se imaginaban fornicando con japoneses de todo tipo.

Capítulo V
El príncipe Vibescu acudió a su cita, como teniente ruso, con el general príncipe Kokodryyoff. Este le había dado hora y lugar para el encuentro.
A Mony el portero le pidió documentos para dejarlo pasar, la documentación que logró obtener el permiso fue un arma apuntando las narices del vigilante.
Dentro del lugar no pudo hallar al general, en su lugar encontró una copa de vino que bebió y a la amante de un tal oficial Fedor, al que confundió con Mony, entregándose de inmediato al rumano, que se hizo descaradamente pasar por él.
Cuando la mujer lo notó –el oficial Fedor, su amante tenía un testículo más que Mony- lo echó de su habitación, pero Mony disculpándose de la ignorancia sobre la cultura del país nombró a su extrañada amiga parisina. La mujer engañada amante de Fedor había resultado ser Helene Verdier, hermana de la mencionada Culculine: Mony fue disculpado por su falta.
Una banda de guerra irrumpió el silencio, era el oficial amante de Helene, que cruzaba la calle por debajo de la ventana desde donde se despidió para siempre. Fedor se iba rumbo a la guerra ruso-japonesa.
Helene cayó desmayada en los brazos de Mony, este la recostó sobre la cama y como respeto hacia su falta de voluntad solo se dedicó a lamerle el cuerpo completamente, hasta que ella despertó.
Al despertar, Helene se entregó al entusiasmo sexual de Mony y después de ello le mostró desde una habitación contigua algunos de los secretos de la casa.
Wanda, la niña de la casa, desahogaba sus instintos sádicos con su criadita Nadeja y sus ánimos lésbicos con la pequeña Ida.
Mony pudo ver, desde el secreto lugar al que Helene lo había llevado, al general Kokodryyoff sodomizando a su hijo, como parte de su formación para lograr hacerlo “un hombre completo” mientras le daba lecciones filosóficas sobre la vida: “Sodoma es un símbolo de la civilización. La homosexualidad hubiera convertido a los hombres en seres parecidos en dioses, todas las desgracias vienen de ese deseo que los diferentes sexos pretenden tener el uno del otro”.


Capítulo VI
Mony y Cornaboeux se quedaron atrapados en Port Arthur que había sido sitiado. Los japoneses intentaban forzar las fortificaciones que protegían la plaza.
Los soldados entretenían sus momentos libres asistiendo a prostíbulos, bares y espectáculos de bailarinas.
Mony y su ayuda de cámara asistieron al burdel llamado Los samuráis felices, en este conocieron a dos poetas simbolistas que vestidos de mujer –sin renunciar a sus largos bigotes- cumplían las labores gerenciales del lugar.
El contraste entre los bombardeos externos del lugar y la diversión de los hombres que veían a las bailarinas hacer sus números era notorio. Mony y Cornaboeux eligieron a sus prostitutas. El segundo eligió a Cornelie, una negra maciza. Mony pidió una japonesa por la que tuvo que pagar más que lo normal por ser del “bando” enemigo.
La japonesa de nombre Kilyemu se entregó a Mony de manera que una europea jamás lo hubiera hecho y luego le contó la historia de su vida.
Kilyemu tenía la esperanza de ahorrar dinero de manera que pudiera salir del burdel y buscar por el mundo a Egon Müller, un alemán que había sido su último amante y que la había vendido y abandonado en un prostíbulo de Shangai. De esa manera ella podría morir en paz, pensando en los rosados arboles de Japón.
La historia dejó a Mony emocionado y reflexionando sobre la fragilidad de las pasiones humanas.
Un repentino caos hizo que Mony y Cornaboeux salieran hacia la sala del burdel. Los rusos habían ingresado a ella para violar a cuanta mujer estuviera a su alcance. Los japoneses acababan de ingresar a la ciudad.
Los rusos traían consigo a un prisionero alemán, era Egon Müller. Mony Vibescu que sabía bien su historia y era oficial a cargo, decidió castigarlo ejemplarmente.
El alemán fue desnudado y empalado en una pica, su erección fue utilizada para que Kilyemu tuviera el goce que había estado añorando. Él descargó mientras expiraba, ella fue asesinada de un disparo en la cabeza, después de lograr su orgasmo.

Capítulo VII
La ejecución ordenada por Mony Vibescu le valió una gran y buena fama entre los rusos de Port Arthur, por lo cual el general Stoessel le encargó una misión muy importante: llevar al general ruso Kuropatkin un pedido de ayuda, pero este se encontraba al otro lado de las líneas enemigas.
Después de 8 días de entrenarse en el manejo del globo aerostático. Mony y Cornaboeux llegaron hasta el objetivo. Los recibió Fedor, el oficial amante de Helene Verdier, allí también se reencontraron con Culculine d’Ancóne y Alexine Mangetout, a las que no veía desde el día del asalto en donde Cornaboeux participara como uno de los delincuentes.
Los amigos se contaron las anécdotas vividas desde aquel día y luego, entre los cinco, comenzaron una orgiástica reunión, pero Mony fue llamado por el general Munin, quien lo solicitaba para que calmara los “antojos de embarazada” de su mujer que pedía acostarse con el héroe rumano.
Mientras que Mony satisfacía sexualmente a la “generala”, el general Munin sodomizaba a un pequeño muchachito chino a quien le cortó el cuello mientras se producía el acto. El general limpió de sangre su sable con su pañuelo y fue a mostrar la cabeza del degollado a Mony y a su mujer que aun fornicaban, sumándose, luego, al juego, después del cual quiso asesinar a Mony que se lo impidió dejándolo atado en un rincón junto a la cabeza del chinito asesinado.
Mony salió del lugar y empezó a caminar por el campamento en donde cometió toda la serie de abusos que puede cometer un oficial ruso dentro de un campamento con los prisioneros. Después regresó a la tienda de Fedor en donde ya sus amigos habían despertado del agotamiento post-amatorio.
En este campamento Mony conoce a la enfermera polaca que como manera de vengar a su país tomado por los rusos, hacía morir dolorosamente a los heridos que caían en sus manos y luego, gozaba de sus últimas erecciones o de sus rigideces mortuorias. Mony impresionado con su confesión, quedó excitado. Los dos fornicaron entre los cadáveres y los moribundos hasta que un grupo de japoneses ingresó de improviso, a Mony no le quedó otra escapatoria que entregarse pacíficamente.

Capítulo VIII
Mony quedó prisionero “bajo palabra” dentro del campamento japonés. Podía movilizarse dentro de este sin dejar de ser vigilado.
Planeó hacerse amigo del oficial que lo custodiaba y lo consiguió. Este le contaba a Mony cómo conseguían los soldados japoneses calmar sus deseos sexuales gracias a unos grabados eróticos y también le contó sobre la mujer que había tenido que dejar para ir a la guerra.
Después Mony conoció entre los heridos rusos a Katache, un ruso masoquista que le contó a Mony y a la enfermera polaca –que se había reencontrado con Mony en el campamento japonés- todos los maltratos de los que había sido víctima de parte de su mujer.
Esta, lo humillaba golpeándolo, rechazándolo y acostándose con otros delante de él, al mismo tiempo que lo obligaba servirla a ella y a sus amantes. Todas estas humillaciones –contaba Katache- lo hacían sufrir horriblemente pero al mismo tiempo le daban mucha satisfacción y es que se había acostumbrado al sentimiento de la “alegría amarga” por todas las desgracias que, desde muy niño, abatieron a su familia.
Todas estas historias excitaron a Mony que empezó a golpear a la enfermera que estaba a su lado, y la golpeaba como un tambor, sobre el vientre y con dos palos. El sonido que lograba reproducir con el vientre de la enfermera –y que finalmente estalló- alertó al ejército japonés y salvó al campamento de un intento de los rusos por atacarlos secretamente y recuperar Port Arthur.
Los soldados japoneses descubrieron el asesinato de la enfermera polaca en manos de Mony y un consejo de guerra lo condenó a morir flagelado.

Capítulo IX
El día de la ejecución, Mony le escribió a sus padres, se confesó, comulgó y redactó su testamento. Luego metieron a su celda a una niña virgen para que él la desvirgara. Mony lo hizo y luego la estranguló, tras hundirle los ojos.
Mony fue conducido hacia el patio de la prisión en donde efectuarían su ejecución: El condenado debería recibir un azote por soldado que integrara el ejército japonés. Once mil hombres lo integraban.
Mony recordó toda su vida y el juramento que le hiciera a Culculine el día en que se conocieron “Si no hago el amor veinte veces seguidas, que las once mil vírgenes o veras me castiguen”.
Once mil soldados japoneses se colocaron en fila para ser parte del castigo. Mony Vibescu murió al diezmilésimo golpe. Su cuerpo estaba completamente desgarrado y ensangrentado, mas no su rostro que permaneció intacto y con los ojos abiertos y vidriosos.
Un convoy de prisioneros rusos pasó por el lugar y de este descendieron Cornaboeux y las dos parisinas: Alexine y Culculine. Los tres amigos de Mony se arrodillaron ante el cadáver y lo lloraron. Luego las mujeres fueron golpeadas y violadas.
Culculine le rogó a uno de los prisioneros de nombre Genmolay que esculpiera un monumento en honor al príncipe Mony Vibescu. Genmolay aceptó hacerlo a cambio de algunos favores.
Hoy se ve en la campiña manchú, entre Mukden y Dalny, la tumba monumental del príncipe Vibescu. Nadie sabe exactamente decir quién fue. Se cree, entre otras versiones, que fue el tambor-mayor japonés que decidió la victoria de Mukden.


A manera de conclusión

Apollinaire plasma la historia social y política de Europa en el contexto de la guerra Ruso-japonesa usando imágenes pornográficas, las cuales son su soporte, su material; de la misma manera como los pintores cubistas –o más ampliamente los vanguardistas- usaban distintos materiales para plasmar sus cuadros[35].
El contenido no es únicamente lo que expresa, lo es también la manera cómo se expresa, en este sentido, lo obsceno de las imágenes –podría entenderse también como lo corruptas de las mismas en relación a la utilización del cuerpo y de las relaciones humanas[36]- representan la obscenidad de la política y de la guerra, y es que existe una relación evidente tal como lo afirma George Steiner [37], haciendo hincapié que, en el caso de los conflictos bélicos por la posesión territorial, aunque no haya una coyuntura dictatorial de manera convencional, sí hay un trasfondo autoritario en la que la población no solo no es tomada en cuenta para las decisiones de carácter político-militar que conducen a iniciar una guerra –sus intereses no son considerados mínimamente- sino que suele ser la más perjudicada según nos lo ha demostrado la historia de las guerras en el mundo.
Las once mil vergas es un ensayo político-histórico novelado[38] y no una historia erótica como es clasificada en las ediciones que la han publicado, mucho menos pornográfica; que ha sido escrita luciendo la influencia intelectual con que Apollinaire se fue nutriendo durante su consolidación como intelectual y artista.
La búsqueda de la satisfacción sexual y la ambición –de poder o de bienes- mueven al mundo, estos dos elementos enlazados –intencionalmente por Apollinaire- han logrado que Las once mil vergas tenga la fuerza discursiva que tiene.


Notas

[1] Por lo menos de los autores cuya bibliografía estamos usando para este ensayo. Es necesario, no obstante, remarcar que en la edición publicada por Icaria en 1977 (traducción y edición a cargo de Rafael J. Macau) se hace la siguiente advertencia: “Del mismo modo que El Quijote no debe contarse entre los libros de caballería, Las once mil vergas –la obra maestra de Apollinaire, según Pablo Picasso y otros contemporáneos- no debe ser tomada por una novela pornográfica (si este adjetivo tiene alguna significación precisa). La ausencia de metafísica, seriedad y trascendencia, que impregnan la pornografía de consumo, hace de esta una obra completamente diferente, terriblemente humorística y sarcásticamente corrosiva. Advertencia también hecha también por Louis Aragón en su prólogo a la edición de 1930. Los biógrafos de Apollinaire reúnen a Las once mil vergas y a Las hazañas de un joven don Juan –y algunas otras obras suyas de menor monta así como algunos poemas eróticos, que permanecerían inéditos hasta después de su muerte- bajo la etiqueta de “Textos libertinos”.

[2] La “belleza ideal” solo puede regir en el mundo de las ideas pero es inalcanzable, esto está basado en la argumentación del ideal platónico.

[3] “Yo no le temo al arte –dice Apollinaire en sus Meditaciones estéticas- ni tengo ningún prejuicio en lo que concierne a los materiales de los pintores.Los mosaiquistas pintan con mármoles o maderas de color se ha mencionado que un pintor italiano pintaba con materiales fecales; durante la revolución francesa, alguien pintó con sangre. Se puede pintar con lo que se quiera, con pipas, con sellos de correos, con naipes, con candelabros […] –aquí Apollinaire continua con una serie de enumeraciones de objetos “absurdos” para usar como “pinceles” (Meditaciones estéticas- pintores cubistas).

[4] Susan Sontag La imaginación pornográfica P. 1 y siguientes.

[5] Michela Marzano La pornografía o el agotamiento del deseo. P. 243.

[6] “En lugar de idealizarla [a la mujer] y a falta de volverla leve y anodina, Picasso trata de mostrarla en todos sus aspectos, de recorrerla, de deconstruirla”. (Michela Marzano La pornografía o el agotamiento del deseo. P. 95).

[7] Susan Sontag La imaginación pornográfica P. 19.

[8] “Lo sucio, lo malo, lo decadente, lo inmoral”, de ahí que no se califica a las obras literarias de autores “consagrados” con estos términos.

[9] “En la sexualidad, el cuerpo del otro nunca es reductible al objeto parcial de una satisfacción pulsional. Siempre es un cuerpo- unidad, el cuerpo erógeno donde el deseo se realiza). En la pornografía, en cambio, en cuerpo se fragmenta en pedazos: se ve reducido a un conglomerado de fragmentos que ya no es posible recuperar en una unidad. Por eso la pornografía es el lugar del asco. Un asco que surge cuando dejan de existir barreras entre el adentro y el afuera del cuerpo: cuando el cuerpo no es otra cosa que un “agujero” para llenar hasta el desborde de lo abyecto”. (Michela Marzano La pornografía o el agotamiento del deseo. P.p. 48- 49).

[10] William Ian Miller Anatomía del asco. P. 304.

[11] Lo normal como estado natural o como condición extendida o generalizada (Conceptos enunciados por la RAE).

[12] Este ensayo es escrito en 1913 pero en 1921 es reeditada bajo el nombre de pintores cubistas.

[13] Se refiere a los pintores vanguardistas de fines del XIX y comienzos del XX, los cubistas.

[14] Esto se aprecia en su obra Las once mil vergas en las que muestra imágenes que hasta el momento, salvo el Marqués de Sade que es anterior a Apollinaire pero trata las historias eróticas-pornográficas de una manera más rígida, menos natural –más técnica dice Vargas Llosa en su ensayo “Sin erotismo no hay gran literatura”- era imposible de considerarse arte y que se contraponían a todas las expresiones literarias que hasta entonces se habían mostrado en las tendencias anteriores como la romántica y el realismo del siglo XIX, mucho más en la literatura de los siglos anteriores.

[15] Se trata del acuerdo “Entente cordiale” (Entendimiento cordial) firmado el 8 de abril de 1904.

[16] “Estaba regentado (el burdel llamado Los samuráis alegres) por dos hombres, dos antiguos poetas simbolistas que, habiéndose casado por amor, en París, habían venido a Extremo Oriente a ocultar su felicidad. Ejercían el lucrativo oficio de gerentes de burdel (capítulo VI de Las once mil vergas).

[17] En el caso de Las once mil vergas, Epitalamio (Epithalame) que es leído por Estelle Romange, personaje que representa a una afamada artista, en el capítulo IV, en la anécdota que ocurre en el Orient-Express.

[18] El vanguardista de la vanguardia, artículo de Susana Cella, incluido en la edición de La desaparición de Honoré Subrac de G. Apollinaire (editorial Dedalus, 2006).

[19] La observación que viene a continuación parte del título francés de la obra, pues es el idioma en el que originalmente fue escrita.

[20] Estos valores instituidos obedecen a un imaginario, que Castoriadis explica como un proceso en el que intervienen factores socio- históricos o biológicos o los dos al mismo tiempo, y que son funcionales para la protección y la subsistencia del grupo.Pero que con el transcurrir del tiempo provoca un distanciamiento entre la sociedad y el funcionalismo atribuyéndole, luego esta, a la institución una importancia subjetiva, la cual produce la autonomización de la institución, quedando subordinada la sociedad a los mandatos de la institución, es decir, la comunidad en su conjunto olvida cuál era la génesis de la instauración de las normas, y los factores que las provocaron, considerando que la institución existe, simplemente, porque es lo correcto, convirtiendo a la institución en una unidad autopoyética o autogenerada.

[21] Los horrores de la guerra Ruso-japonesa: “La beso tiernamente y de vez en cuando, durante esa bella noche de amor, se oía el ruido de bombardeo y los obuses estallaban con suavidad […] (tomado de Las once mil vergas)”.“En la sala también se oían gritos. Cornaboeux y Mony salieron con la negra. La sala estaba llena de humo. Habían entrado varios oficiales rusos que, borrachos y groseros, profiriendo juramentos inmundos, se arrojaban sobre las inglesas del burdel, quienes, asqueadas del aspecto innoble de los militarotes, murmuraron unos bloody y unos damned a cual mejor…” (tomado de Las once mil vergas)”.

[22] “A todo el mundo le estropeo la guerra un verano rico, esplendido, en el que todos se habían atrevido a ir más allá que ningún veraneo. (¡Lo veis, la guerra tenía que venir!). Es como si un día fúlgido de verano se hubiera convertido en noche y los trenes de socorro hubieran comenzado a llegar y a los discos de las señas ferroviarias se les hubiese puesto el ojo negro con un puñetazo de la noticia.“[A Apollinaire] la guerra lo envuelve, lo lleva, lo ofusca. Comprende desde el principio que es una fatalidad terrible contra la que sería inútil volverse”. (Prólogo de El poeta asesinado Reedición Sirmio- Barcelona 1996 escrito por Ramón Gómez de la Serna en 1924).

[23] “¿No es ridículo irse a llamarse subprefecto porque tu abuelo lo he sido? ¡es simplemente grotesco! Y para ser menos grotesco había reemplazando el título de hospodar-subprefecto por el de príncipe (Capitulo I, p. 6 las once mil vergas de Apollinaire).

[24] En el capítulo VII se refleja esta relación durante toda la narración, pero se hace evidente en el segundo párrafo en que se dice: “-Príncipe Vibescu, aunque no sea ruso, no por eso deja de ser uno de nuestros mejores oficiales de la plaza… Esperaremos la llegada de socorros, pero es preciso que el general Kuropatkin se de prisa… Si tarda mucho, tendremos que capitular… Esos perros japoneses acechan y un día su fanatismo acabará con nuestra resistencia. Deberá atravesar las líneas japonesas y entregarle este despacho al generalísimo…”.

[25] El caos y la anomia parisina se aprecia sobretodo en el capítulo II y III cuando Mony Vibescu llega a París y conoce a sus amigas Culculine d’Ancóne y Alexine Mangetout (“cometodo”) y al delincuente que sería su futuro camarada de aventuras, el gigante Cornaboeux. Estos capítulos están llenos de humor y situaciones que nos traen a la mente elementos de la cultura popular.

[26] “Desnudaron al bello Ergon (Müller). Era un muchacho de una belleza admirable y sus senos estaban redondeados como los de un hermafrodita”. (Las once mil vergas. Cap. VI).

[27] “Ergon Müller viene de Yokohama y ha traficado vergonzosamente, como un auténtico alcahuete con su amante, una japonesa llamada Kilyemu. Marica, espía, alcahuete y desvalijador de cadáveres, estáis completo” (Cap. VI).

[28] “Puesto que los penes son los que penetran, el daño que se hacen a sí mismos, como en el caso de los cuchillos, es menor del que se hacen a lo penetrado. Y se cree que se limpian con mayor facilidad, porque es más fácil limpiar la parte externa del instrumento de penetración que el interior de la víctima penetrada”. William Ian Miller “Anatomía del asco” (pág. 155).

[29] “El desprecio juega un papel en la producción y en el mantenimiento de la jerarquía social y el orden político. El desprecio y la humillación, el desprecio y la vergüenza corren parejos. Las acciones que realizamos y que deberían avergonzarnos, las formas de presentación del yo que deberían humillarnos, si tenemos la suficiente capacidad para reconocer nuestras ineptitudes y defectos, son las acciones y estilos que generan y justifican con el desprecio, incluso el asco, que pueden sentir los demás por nosotros”. William Ian Miller Anatomía del asco. P. 289).

[30] La imaginación pornográfica manifiesta una actitud crítica hacia la sociedad, cuestionando paradigmas y convenciones hegemónicas. Va más allá de la simple descripción fisiológica del acto sexual […] mientras que en la pornografía pareciera ser que los personajes van de compañero sexual en compañero sexual sin, aparentemente, dejar huella de su paso, en la imaginación pornográfica siempre hay un ‘después’ que puede tener consecuencias liberadoras o destructivas según la historia (Susan Sontag La imaginación pornográfica P. 1 y siguientes).

[31] “Las representaciones pornográficas se ubican ‘fuera de todo contexto”. (Michela Marzano La pornografía o el agotamiento del deseo. P. 234).

[32] Susan Sontag La imaginación pornográfica P. 12.

[33] Escatofília: Inclinación morbosa de algunos enfermos mentales a manipular o ingerir excrementos, según el diccionario médico on-line http://www.diagnosticomedico.es [34] Esta descripción es usada por el propio Apollinaire en la historia.

[35] Sobre esto Apollinaire da algunos ejemplos al señalar que –en las vanguardias- de acuerdo a lo que se quiera mostrar en el contenido se usan materiales, tal como hizo un pintor italiano, quien pintaba con materias fecales o la utilización de la sangre a manera de pintura con la que estaba hecha una obra pictórica hecha durante la Revolución francesa (Meditaciones estéticas).

[36] Para la RAE, la corrupción es entendida como el vicio o el abuso introducido en las cosas no materiales.

[37] “A mi juicio, la pornografía y la dictadura establecen un sistema de fuerzas que atentan necesariamente contra toda vida privada”. (George Steiner Languaje et silence. P. 92).

[38] Un ensayo es la defensa de un punto de vista personal y subjetivo sobre un tema (humanístico, filosófico, político, social, cultural, etcétera) sin respaldo documental, y escrito de forma libre y asistemática y con voluntad de estilo.


BIBLIOGRAFÍA

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